“La búsqueda de lo insólito, de lo singular, se ha convertido en una nueva forma de excepcionalidad, una nueva expresión del lujo”
Los precios que se pagan por dormir en estos alojamientos raros o insólitos son, en la mayoría de los casos, tarifas premium, equivalentes a un hotel convencional de 4 ó 5 estrellas. O más.
Antaño, el viajero que tenía un poder adquisitivo alto o medio-alto buscaba un hotel de lujo, sin más. Mejor dicho: no había más oferta para ese tipo de huésped. Ahora no. Tal como apunta un informe de Hotelnewsnow.com, la idea del lujo en la hotelería está evolucionando desde una imagen de glamour y opulencia a un concepto mucho más flexible, adaptado a diferentes grupos de consumidores, donde no se perciba un gasto excesivo o suntuario.
“Hay un cambio social en marcha: el lujo hoy tiene menos que ver con los formalismos y más con lo que uno quiere hacer”, explica Frits van Paasschen, CEO de Starwood Hotels & Resorts Worldwide. Dicho de otro modo, el lujo también puede vivirse en tejanos, y no necesariamente con corbata, según expone este directivo. O también puede vivirse a través de una experiencia única, durmiendo en un hotel insólito, al alcance de pocas personas.
Por su parte, la empresa de estudios de mercado STR apunta que la hotelería se mueve hacia “un lujo más accesible” para satisfacer las inquietudes de las nuevas generaciones. Y son precisamente este tipo de viajeros jóvenes los más dispuestos a probar cosas nuevas como dormir en una cabaña sin baño en lo alto de un árbol, a 150 euros la noche.